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No es fácil ser un oso palmero en estos tiempos.

Ya han pasado seis años desde que llegué a esta tierra en el oriente colombiano, y desde entonces no he conocido al primer llanero que no sepa que es un oso palmero. Su estampa es identificada en toda la región: "la lengua como una cuerda" y "la cara como un revolver", tal y como lo indaga una vieja adivinanza llanera.

Estos gigantes están presentes en la música, la poesía y las diferentes manifestaciones culturales del Llano colombiano. El oso palmero, que no es un oso, sino más bien pariente de los cachicamos y perezosos, es admirado por la rareza de sus líneas, contemplado por su belleza particular.

Hasta el más recio de los criollos del Casanare alaba su valentía, y lo aseguran capaz de matar a un tigre, o defenderse de una jauría de perros cazadores. Todos en el Llano saben que una osa palmera "carga en el lomo a su pichoncito" durante varios meses, y que con sus garras lo defiende, hasta la muerte, de cualquier predador.

Insisto, no he conocido a un llanero nato que durante su infancia no haya tentado a un oso palmero con su lazo, o que no lo haya acompañado en silencio, de a caballo, durante sus travesías por las sábanas abiertas, en búsqueda de topias y bachaqueros.

Ahora que estas planicies colombianas emergen como destino para turistas locales y extranjeros, el oso palmero y "su cola como una palma" han adquirido una mayor relevancia. Miles de personas viajan al año hasta los hatos y reservas para poder compartir algunos minutos al lado de estos andariegos silenciosos y de toda la biodiversidad que los acompaña. Su silueta aparece estampada en casi todos los logos, campañas y suvenires donde se promociona el turismo de naturaleza de Casanare y Meta. Su imagen poco a poco se convierte en un ícono natural del Llano.

Pero no es fácil ser un oso palmero en estos tiempos. Al igual que muchas otras especies, estos mamíferos se encuentran amenazados de extinción por diferentes factores, todos ellos desencadenados por las actividades humanas. La sabana se transforma rápidamente para establecer arrozales, cañadulzales o plantaciones de palma. Las quemas y la tala de los bosques afectan su supervivencia. Sumado a esto, las carreteras se convirtieron en un enemigo mortal.

Revisando algunos documentos, me encuentro en las noticias que la carretera "Marginal de la selva", la principal vía de comunicación en los Llanos colombianos fue puesta en funcionamiento en el año 1998. El objetivo de esta obra era conectar varios países andinos en el menor tiempo posible. El desarrollo, que llaman, llegó a este parte de Colombia hace sólo 21 años. Y como siempre, trajo consigo efectos que nadie había alcanzado a imaginar.

Nunca sabremos con certeza cuántos osos palmeros habrán muerto en vías de la Orinoquia desde que entró en funcionamiento la "Marginal de la selva". Pero si algo les puedo asegurar es que, en los últimos seis años de vivir aquí, he visto casi tantos osos palmeros muertos a orilla de la vía, como deambulando por las sabanas. Y en este andar he tenido que retirar de la vía a varias hembras con sus crías, otras preñadas, machos jóvenes y viejos. Perdí la cuenta de cuantos han sido, pero ¿acaso superan los 150?, ya no estoy seguro de esto.

Al principio maldecía a los conductores irresponsables que atropellaban osos palmeros, exigiéndoles respeto por la vida. Ahora, después de varios años intentando comprender éste problema, entiendo que no es un solo factor, sino la mezcla de muchos, eso sí, todos ocasionados por las actividades humanas en este territorio. Y sí, puede sonar trágico, pero hoy en día no creo que haya manera de solucionarlo de forma definitiva. Tal vez de mitigarlo, construyendo pasos o adelantando campañas educativas.

No obstante, esta amenaza ya llegó junto al desarrollo y permanecerá por muchos años. La muerte de estos animales se incrementará, en algunos casos, disminuirá en otros, o incluso ocasionará la extinción local del oso palmero en algunos tramos de la carretera. Y con ellos se irá parte del Llano. Con ellos perderemos una muestra importante de la relación entre el hombre criollo y la biodiversidad. Se perderán esas líneas blancas negras y grises que adornan la sabana.

Al final, sólo podremos conservar al oso palmero, si somos capaces de organizar y planificar el Llano, pensando no solo en la economía extractiva y los beneficios personales, sino también en la relación de la biodiversidad con las comunidades, con nuestro bienestar y el de nuestras familias. Al final, esa parte única del Llano sólo sobrevivirá si entendemos que debe haber espacio para todos en las sabanas y montañas, incluyendo a los gigantes de la cola como una palma.

De nuestra capacidad para conservar nuestra diversidad biológica y todos los servicios que nos presta, depende también el turismo de naturaleza, la ganadería y la agricultura. Depende por completo el hombre y su territorio. Sólo así, dentro de algunas décadas los niños llaneros podrán salir de a caballo, acompañando a una osa palmera y pichoncito, mientras ven morir la tarde entre las palmas de moriche.


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